Por Vanina Suárez

Hace algunos días, Netflix subió a su plataforma dos miniseries que reflejan temas relacionados a la vida real.               

En primer lugar, nos encontramos con Bebé Reno, una producción inglesa escrita, interpretada y dirigida por el mismo protagonista. Un actor independiente (Donny) que trabaja en un bar para poder sostener el sueño de triunfar en las tablas, hasta que conoce a una mujer que lo acosa de día y de noche. Tal como estamos acostumbrados, los papeles se invierten y esa situación incómoda y perversa traerá de regreso el pasado de Donny para agobiarlo y perseguirlo.

Planteada como una comedia negra, con humor que oscila entre el sarcasmo y lo banal, la trama nos sumerge en una perturbadora historia de “rotos”, “de acosados” “de acosadores” y de algo tan inocuo como oscuro. Bebé Reno es furor en Netflix, parte de la serie para luego enterarnos de que es un caso real. De una situación que podríamos catalogar como cotidiana, todo comienza a subir el tono y hace girar una rueda que pareciera no detenerse más.

A diferencia, El caso Asunta (miniserie española), nos muestra el detalle minuto a minuto de uno de los casos más renombrados y conocidos de España. En 2013, Asunta una niña asiática aparece muerta y todas las pruebas apuntan a sus padres adoptivos; pero ellos nunca reconocieron el crimen. De hecho, afirmaron su inocencia hasta el último momento.               

Lo particular de la serie es que reconstruye la información que se recabo en cintas de charlas en la prisión y pruebas periciales que se aportaron a la causa. Protagonizada por un grupo de actores magníficos Candela Peña (Rosario), Tristán Ulloa (Alfonso), Javier Gutiérrez (Juez Malvar), entre otros. Una madre con problemas psiquiátricos, encerrada en un matrimonio y un hombre atrapado por el dinero de su mujer; en el camino Asunta era feliz, pero… es asesinada. La inestabilidad de Rosario Porto (la madre) es vulnerable: tierna y perturbadora a la vez, tarea que es personificada de una manera sublime por la actriz que la compone. 

Los hechos no serán novedad para quienes siguieran el caso en su momento, pero la serie no apunta al resultado (porque es ya conocido) sino al trayecto, a los detalles, a la humanización de los acusados.        

Ambas tramas ficcionales marcan la delgada línea entre lo real y la ficción, ¿Qué de cierto nos cuentan en estas series? ¿Dónde está puesto el ojo de quien decide contarlas? ¿Qué intentan los guionistas de estas historias, además del dinero que el negocio les deja?

Los televidentes seguimos apostando a la novelización de la vida real como si leer las noticias o escuchar entrevistas ya no nos alcanzara.