El 2019, fue pronunciado por Devora Kestel, psicóloga argentina directora de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud, como el año para la concientización y prevención del suicidio. En agosto de aquel entonces tomaba apuntes de lo relevante del informe a nivel mundial sobre la problemática, resonando lo siguiente:

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Cada 40 segundos alguien se suicida. Cada año se pierden 800.000 vidas.

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El suicidio es la segunda causa de mortalidad en adolescentes y jóvenes.

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El suicidio es un problema que afecta en un 80% a poblaciones desfavorecidas económicamente.

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¡¡¡Por cada suicidio hay 20 intentos fallidos!!!

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Los suicidios se pueden PREVENIR:

1-            Acabar con la Estigmatización.

2-            Restringir el acceso a los medios de suicidio.

3-            Alentar a los medios de comunicación a dar mensajes esperanzadores y no usar lenguaje sensacionalista cuando acontece.

4-            Promover programas orientados a que los jóvenes en las escuelas adquieran aptitudes para afrontar la vida.

5-            Identificar el riesgo suicida en lo inmediato para ofrecer los apoyos necesarios.

Es imperativo fortalecer la salud mental y los sistemas de atención. Si pensamos en nuestro cotidiano, pareciera aun silenciada la temática, tal vez por el estigma. O tal vez por el temor que provoca tocar estos temas, plantean nada más y nada menos que la dualidad Vida-Muerte. En un contexto social abrumado y en lucha permanente por resistir crisis socioeconómicas permanentes, o por soportar los diseños de subjetividades ideales de éxito y felicidad material, donde lo humano, lo procesual de construirnos en el día a día, se exige en un producto total inalcanzable. Nos angustia pensar en esta idea, la de terminar con nuestra vida. Nos angustia y duele sentir que no alcanzamos como trama a sostenernos entre nosotros.

El suicidio como hecho, no se muestra masivamente, existen estadísticas sobre intentos, modalidades y géneros predominantes. No obstante, es una realidad mucho más cotidiana de lo que pensamos. Conductas de riesgo que pulsan por ser cotidianas, y aceptadas. Como los consumos problemáticos o las violencias. Formas de morir simbólicamente o de no desear algo más para sí mismo.

Ante este panorama coincidimos con muchos sectores que el trabajo articulado y mancomunado entre los que ejercemos un rol social activo de cuidado y protección para con los otros es el camino. La necesidad del pleno funcionamiento de la organización bajo la denominación de una Mesa Intersectorial invita a la premura de las acciones.

Contamos para ello con el camino escrito por el vecino distrito de Bahía Blanca, que ya organizadamente han podido gestar sus propias estadísticas y dispositivos de prevención.

Contamos con los recursos especializados para las formaciones y capacitaciones pertinentes. Y hoy, con la gestión y aprobación política para empezar el trabajo en nuestro Distrito.

Solo necesitamos empezar a andar estos caminos, y sumar esfuerzos para tejer un sostén que nos proteja como sociedad, que exalte el valor de cuidar la vida de quienes por diferentes motivos padecen existencialmente su diario vivir.

Creo que el momento actual de “distanciamiento social” nos convoca a OPERAR para VINCULARNOS y arrancar.

Por la licenciada en Psicología Analía Sofía Zelaya